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25 de septiembre de 2025

Columna especial por Aldo Canchaya

Recientemente, nuestro Director Regional de Estrategia y Creatividad, Aldo Canchaya, afrontó la pérdida de su madre, una figura central en su vida y una de sus mayores fuentes de inspiración. Su legado se refleja también en la manera en que Aldo ha cultivado la creatividad y el liderazgo que hoy comparte con todos nosotros.En Grupo Lucky, estamos convencidos de que la vida personal y profesional se entrelazan; además, que de cada experiencia surgen aprendizajes valiosos para nuestra comunidad. Con esa convicción, Aldo nos comparte hoy una reflexión íntima que trasciende lo personal y se convierte en inspiración colectiva.

Lo que aprendí con la muerte de mi madre

He escrito decenas, quizás cientos de columnas a lo largo de mi vida, pero esta definitivamente toca un tema complicado, porque llega cargada de emoción al haber perdido hace pocos días a una persona tan importante en mi vida.

Se llamaba Irma y no solo me enseñó a leer, sino a amar la lectura y los libros y eso influyó completamente en la carrera que elegí y a lo que me dedico: crear mundos, personajes e historias que buscan conectar con diferentes públicos. También me enseñó a creer, confiar en Dios y agradecer en las buenas y, sobre todo, no olvidar hacerlo en las malas.

Ahora que mi madre ha trascendido a un plano espiritual, me parece oportuno compartir algunos aprendizajes que he venido recopilando en medio del silencio y el dolor de tener el corazón roto en dos. 

 

Los premios no importan. 

Quiero decir que está bien ganarlos, pero al final se quedan aquí, no nos los llevamos. Obviamente, debemos esforzarnos en ser los mejores profesionales, pero nunca debemos de perder el foco en lo que realmente importa: vivir, disfrutar y desconectar. Pasar tiempo con nosotros, pareja, hijos, familia y amigos.  Disfrutar esas conversaciones que alimentan el alma y que te hacen reír hasta sacarte lágrimas. Leer un buen libro, ver una buena película y una mala también. Probar el yoga y meditar, caminar, correr, saltar, bailar, cantar, jugar fútbol, tenis, pádel, básquet, vóley o el deporte que gustes. Esquivar las cosas que te restan y buscar experiencias que te sumen. Viajar, viajar y viajar. Orar al levantarnos y buscar mantener, a lo largo del día, ese mood cordial y cercano con Dios.  En resumen, tener la capacidad de disfrutar el camino, no solo la meta. El verdadero legado radica en el impacto que dejarás en la vida de los demás.

 

La vulnerabilidad nos hace fuertes.

Estos tiempos oscuros me mostraron el valor de mi familia y amigos cercanos.  Me vieron mal y me apoyaron, estuvieron pendientes y me ayudaron a avanzar. Apoyarse en las personas está bien. Construir a lo largo de tu vida una comunidad de personas que te quieran y respeten, está bien. Haciendo un paralelo, generalmente el mundo laboral presiona de tal manera que muchos profesionales eligen mostrarse fuertes, sin signos de debilidad.   Pueden escalar obviamente por capacidad pero esa falta de empatía con su propio equipo y con otros, tarde o temprano les pasará factura. Es difícil manejar un equipo sin apoyo genuino y si lo logran, el trabajo que se genera está a años luz de ser el mejor. 

La conexión genuina construye lazos profundos y se nota. Siempre he pensado que las mejores ideas, los mejores proyectos, los mejores “todo” nacen de “bajar las armas” y trabajar en conjunto escuchando distintas opiniones, valorándolas y sumándolas desde todos los frentes: al interior de la empresa, con clientes y otros proveedores. La co-creación sin ego es clave. También vale preguntar si no sabemos un tema, no somos tontos por no saber algo. Todo lo contrario.

 

Agradecer te cambia la vida.

El ritmo acelerado de la vida muchas veces nos permite ver sólo el árbol. Sin embargo, es clave levantar la cabeza y ver el bosque que tenemos frente a nosotros ¡Hay tantas cosas que pasan a diario que son dignas de agradecer! Apreciar los pequeños detalles entrena la mente para enfocarnos en lo positivo. 

Nuestro cerebro tiene una tendencia natural a enfocarse en lo que nos falta o en los problemas. Ser agradecido es una forma consciente de dirigir nuestra atención hacia lo que sí tenemos, lo que sí funciona. Ese simple cambio reduce la ansiedad y el estrés, y nos brinda bienestar y control sobre nuestras vidas.

Ser agradecido nos ayuda a apreciar el trabajo de otras personas y a reconocer que no llegaremos a ningún lado solos. Es un recordatorio constante de que somos parte de una red de personas que nos sostienen. Nos hace más fuertes y resilientes, ya que nos permite ver que incluso en la oscuridad, siempre hay un resquicio de luz que podemos apreciar. No se trata de ser ingenuo o de ignorar los problemas, sino de elegir cómo vamos a enfrentarlos. Obviamente, requiere mucha energía pero practicar la gratitud nos permite ver los desafíos como oportunidades para crecer.

 

No pospongas.

Posponemos llamadas, mensajes y visitas por la seguridad de que tendremos tiempo más adelante para hacerlo. Personalmente, me siento tranquilo de que no pospuse palabras, frases, abrazos ni acciones con mi madre. 

Si lo llevamos a nuestro día a día, postergar parece un acto inofensivo, un pequeño aplazamiento que nos brinda respiro porque vivimos inmersos en una dinámica perversa de “estar full”. Pero aplazar es una trampa silenciosa que nos roba tiempo, energía y, lo más importante, la tranquilidad. Si se vuelve recurrente, como estoy seguro sucede, nos trae estrés, culpa y una carga mental innecesaria, reduciendo la productividad y calidad de vida.

 

Piensa en los demás.

Cuando somos chicos queremos cambiar el mundo, pero a medida que crecemos vamos dejando de lado este ideal, hasta que lo olvidamos por completo.

En un mundo obsesionado con el éxito personal, todos queremos ser los mejores, los más rápidos, los más eficientes. Si pensamos solo en nosotros vamos condenados al fracaso. Pensar en los demás nos conecta, nos hace más humanos y, al final del día, nos hace mejores en lo que  hagamos.

¿Quieres construir una relación sólida con tu equipo? Empatiza. Ponte en su lugar y entenderás mejor sus necesidades y problemas. Crearás  un ambiente de trabajo colaborativo donde la confianza será el motor para lograr juntos resultados más allá de lo que imaginas. Esta es la gran oportunidad de cambiar el mundo que esperabas de chico. Si cada uno de nosotros hiciera algo por los demás, el mundo sería otro. Es muy simple y complejo a la vez. Solo depende de nosotros tomar acción sin importar si otros lo hacen. Al final, solo tú sabes cuánto estás haciendo por crear un mundo mejor y eso es lo que importa. Este fue uno de los grandes consejos que mi madre me dio alguna vez cuando era niño y hoy lo atesoro más que nunca.

 

Autor:
Aldo Canchaya es Director Regional de Estrategia y Creatividad en Grupo Lucky, reconocido como “Mejor Creativo de Iberoamérica” en el FIP 2024 y ganador de más de 700 premios en festivales como Cannes y Effie.

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